lunes, 11 de marzo de 2013

Sopon de AOVE


Hay veces que la comida más simple del mundo se recuerda como un manjar exquisito.
A ello contribuyen las circunstancias del momento, lugar, tiempo e incluso climatología en las que se llevara a cabo su consumo.
Hace años asistí a una matanza en una finca. Debíamos acudir temprano, a eso de las seis de la mañana. Una madrugada fría y lluviosa del mes de Diciembre.
A la llegada a la portada de acceso al campo, nos esperaba un tractor, porque era imposible llegar a la casa debido al agua y al fango que cubría y traspasaba el largo e impracticable camino.
Llegamos fríos y calados a la casa. Rápidamente nos acercamos a un hogar donde crepitaba el fuego de leña que calentaba el agua necesaria para los trabajos que se avecinaban. En el amplio salón varias personas trajinaban y se disponían a llevar a cabo el sacrificio porcino.
Probablemente nuestro lamentable estado indujo a la caridad de los presentes, ya que nos acercaron a una mesa donde nos sirvieron café con leche y pusieron a nuestra disposición una gran hogaza de pan cortada en gruesas rebanadas y varios platos con espeso y verde aceite de oliva.
Un desayuno verdaderamente reconfortante y que quedó grabado en nuestra mente como uno de los mejores de nuestra vida.

1 comentario:

MAMÉ VALDÉS dijo...

Bollicao de que... pan con aceite.