sábado, 7 de febrero de 2009

R.I.P.



Por razones que no vienen al caso comentar, he asistido hace unos días al entierro de una señora de nacionalidad belga.
Es curioso como el protocolo de la muerte cambia según los pueblos. Hay cosas que a unos les parecen de lo más natrural y a otros de lo más terrible.
En este caso me sorprendió mucho que los familiares y amigos belgas, presentes en el tanatorio, hicieran fotos al cadaver con móviles y cámaras digitales.
Todos los españoles, pocos, que estábamos presentes, nos mirábamos con caras de asombro, ante la sesión fotográfica a la que sus deudos sometian a la muerta.
Más tarde, cuando se iba acelebrar el funeral, pidieron que se abriera el féretro y pasaron todos los presentes ante el cadaver como despedida o último adiós.
El broche final de tan inusual acto, lo puso el sacerdote oficiante, que hizo todo el servicio en español, lengua que sólo hablabamos una mínima parte de los asistentes.
Con lo que la situación, las caras de los no hispanoparlantes, las preguntas sin respuestas del sacerdote y su sentida homilía , que no entendieron los interesados, pusieron de manifiesto lo absurdo del acto. La Iglesia en su universalidad deberia tener mejor previsto estos casos.
Quedó claramente de manifiesto, lo que en otras ocasiones está mas disimulado, que lo que interesa es quitarse al muerto de encima cuanto antes.

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