sábado, 30 de abril de 2011

Rosario Nuclear

Cuando era niño, los juguetes los fabricaban con cartón, madera u hojalata, poco después aparecieron muñecas, coches, trompos, etc. fabricados con una nueva sustancia conocida como "pasta", para el común de los mortales, menos peligrosa que la hojalata, menos frágil que el cartón y más barata que la madera.
Más tarde apareció la "goma" con sus convoys, pelotas y demás.
Hoy lo tenemos todo mucha más definido y a lo que en principio fueron "pasta y goma", en los sesenta se llamaban "plexiglas", poco mas tarde plástico y hoy metacrilato, vinilo, porexpan o poliestireno expandido.

Lo atómico, desde la explosión de las bombas de Hiroshima y Nagasaki era una concepto temido y sinónimo de muerte y destrucción apocalíptica. Sin embargo, con los años, fueron apareciendo aplicaciones no bélicas para la materia atómica, el reloj atómico, de una exactitud jamás pensada, la energía atómica, los submarinos atómicos. Pero nadie se fiaba un pelo, porque la primera vez que había oído la palabra " atómica", es identificaba con catástrofe, muerte y destrucción.
Entonces es cuando aparece el término, más aséptico de "nuclear", que es lo mismo pero asusta menos. Incluso había un detergente de la época que aseguraba en la colada "un blanco nuclear".
Las palabras cambian pero en el subconsciente siempre queda algo de lo que en su día significaron.
Ayer fui con Rosario a hacerse unas pruebas al hospital, a Medicina Nuclear.
Mientras yo pensaba y leía las instrucciones, cuidados y consejos que exponen en varios carteles de la sala de espera, dada mi hipocondría y mi "yuyu" a lo atómico/nuclear, ella, sentada al fondo del pasillo, esperaba su turno y de vez en cuando me miraba, sonreía y se retocaba la pintura de los labios. Genio y figura.