Es mi primo y no mantuve con él una relación que pudiera decirse intensa.
Podría verle al año dos o tres veces, cuando más.
Seguro que habrá habido años que ni eso.
Recuerdo, de estos esporádicos encuentros, sólo su interés por mi vida y la de mi familia, alegrándose de las cosas buenas que me hubiesen pasado y sintiendo, como el que más, las malas, que también las ha habido.
Poseía un espiritu inmenso, un alma tan grande, que le quedaba pequeña su cabeza y se le desparramaban sus ansias de conocer, de saber, de sentir...
Cortés, adjetivo que ya poco se utiliza, pero que lo define, servicial, amable, educado y honesto.
Se fue la semana pasada y la única pena que tengo es no haber sabido pasar más tiempo con él.