Cada día me acerco hasta su orilla y escudriño el horizonte hacia el Oeste.
Hay días que la marea golpea y besa la balaustrada del paseo.
Hay otros que se aleja y juega y espumea las rompientes y corrales.
Todos los días contamina la brisa, el aire, de vida iodada y salobre.
Que inspirada ávidamente, como si fuera la última bocanada,
reconforta el cuerpo y el espíritu.