He podido comprobar la influencia que ha tenido la Navidad entre los blogueros que visito. Ha habido opiniones para todos los gustos, muchos en contra de lo que la Navidad supone y otros a favor.
Pienso que no deberíamos sorprendernos ya que es un fiel reflejo de la sociedad en que vivimos, pero con un inconveniente. Hemos tenido la habilidad de situar la mayor parte de los tópicos que hemos creado, en el solsticio de invierno. Por lo que las pocas neuronas que aún no tenemos contaminadas, nos hacen saltar la alarma de que no estamos obrando bien. De que así no podemos seguir.
Pero al final puede más el “hacia Belén va una burra” que el sentido común, y volvemos a repetir lo de años anteriores, es decir, gastar por un tubo, coger sobrepeso y alterar todas las analíticas de nuestro cuerpo en aras de los sentimientos fraternales y la paz en la Tierra.
Si repasamos estos estados de sentimentalismo que repartimos a lo largo del año, podemos ver que en todos pasa lo mismo. Semana Santa, el Rocío, el Dia de la Madre, el Día del Padre, las fiestas de nuestros pueblos. En todos ellos volcamos nuestros sentimientos religiosos o no tanto, y gastamos un pico en túnicas, palcos, papeletas de sitio, camino, casas, caballos,comida, faralaes, etc. en un intento de ser mejores seres humanos, a los ojos de Dios y de los hombres, aunque, eso sí, debiéndole hasta el alma al Corte Inglés.
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