Por herencia familiar, por un regalo de bodas o conseguida mediante los vales coleccionables de alguna revista o periódico, se puede afirmar que en un gran porcentaje de hogares existe una vajilla o cristalería, que a nuestro parecer es suntuosa y su uso queda restringido a fiestas y ocasiones extraordinarias.
Permanecen durante todo el año expuestas en vitrinas o guardadas en armarios y aparadores. Son objetos que gozan de un status especial de eternidad inservible.
Cuando con el paso del tiempo se van rompiendo cada año una o dos piezas, las restantes continúan su exhibición anual, aunque hayan mermado las existencias y queden sólo dos de agua, tres de vino y ocho de licor.
Parece que es imposible deshacerse de ellas, que el espíritu de tus antepasados podrán pedirte cuentas del uso que le has dado a su legado.
De las que te regalaron o compraste como ajuar de bodas, nadie te reclamará nada, pero tienen las mismas o parecidas cicatrices de deterioro que el propio matrimonio, y claro no vamos a tirar unas cosas y otras no.
Las que menos remordimiento, por sus roturas, te producen son las adquiridas o conseguidas por promociones o chollos varios. Esas si pueden ser objetos de destrucción en un momento de ira mal contenida.
Estamos en unos días propicios para el uso y exhibición de vasijas y recipientes de lujo, una época que sin embargo es la mejor y la mas digna para que, por su mal uso, las copas acaben en la basura. ¡Es Navidad...!
1 comentario:
En mi casa el día 31 le voy a llamar "la noche de las copas rotas",no sé si será porque las copas no son muy buenas o es que mis amigos son muy malos...
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