miércoles, 8 de abril de 2009

Ines



En mi infancia, uno de los prolegómenos de la Semana Santa, eran los penitentes de papel que vendía Ines en su casa/tienda de El Rastro, junto a las chucherías de la época, pipas, regaliz, martillos de caramelo, algarroba molida....
Los penitentes tenian la capa y la túnica de papel de seda, plisado y el capirucho de papel acharolado de diferentes colores. Trataban conseguir las combinaciones de las hermandades mas importantes. Azul y blanco, rojo y negro, rojo y blanco... Todos tenian las manos, y un cirio en una de ellas, de carton. Casi siempre podías adivinar la procedencia del carton ya que en el dorso había letras y restos de escudos de marcas de tabaco.
Para mí, Ines era enorme, una anciana ya torpe, con falda y delantal grises y hasta los pies. Su cuchitril, con el aspecto mugriento de la época , lo compartía con un indeterminado numero de gatos y una sobrina, nada agraciada. En él se respiraba una desagradable mezcla de aromas, humedad, comida, humanidad y gatos.
Por lo que, pasados los primeros momentos de la novedad del juguete, venían a mi mente muchas y preocupantes preguntas y suposiciones, sobre la higiene del preceso de fabricación, que me hacian abandonarlo, a causa de mi hipocondria, seguramente.



¿Quien le iba a decir a Ines que iba a ser precursora de una industria, cuyos ultimos modelos aparecen en la foto?


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