Cuando tenia seis o siete años,en invierno, mientras mi madre preparaba el desayuno, me sentaba en una sillita ante la cocina, y repasaba la tarea que debía llevar al colegio.
La cocina de mi casa era de las llamadas “económicas”, ultimo grito de la modernidad, ya que quemaba leña, tenía una chimenea con su tiro, que regulaba la combustión y el consumo de combustible. Además como accesorios, mantenia una reserva de agua caliente, y la ceniza caía en un depósito que se vaciaba por la noche.
Ni que decir tiene que la cocina se encendía por la mañana y se iba manteniendo durante todo el día echando leña en el momento de necesitar más potencia calórica y sosteniendo las brasas cuando ésta no era necesaria. Un número.
Hoy, mas de cincuenta y tantos años después, mi cocina calienta sin llama ni superficie quemadora, ¡¡ sino por un campo magnético!!
Esto se le ocurrió al físico James Prescott Joule que dijo en su día:
“Si en un conductor circula corriente eléctrica, parte de la energía cinética de los electrones se transforma en calor debido a los choques que sufren con los átomos del material conductor por el que circulan, elevando la temperatura del mismo”
Y se quedó tan tranquilo, dejando, pasmada a la comunidad científica, que llamó a este rollo “efecto Joule”, y un monton de contentos a los de Balay, Bosch, AEG, y otros, que empezaron a vender cocinas de inducción.
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